El sincericidio le salió a Milton Céliz, capitán de Deportivo Riestra. Le preguntaron sobre el tema Spreen y dijo “eso es cosa de los dueños del club”. No se refirió a Víctor Stinfale como “presidente” de Riestra; habló del propietario hecho y derecho de una entidad que de asociación civil sin fines de lucro no tiene nada. Porque en los papeles Riestra es un club, pero en la vida real se trata de una empresa. Una sociedad anónima deportiva (SAD).

Si Riestra está en Primera se debe, en gran medida, a las escandalosas ayudas que recibió el año pasado. Sin ir más lejos, los tres penales que Diego Ceballos no le concedió a San Martín en La Ciudadela, partido que Riestra ganó 1 a 0. No fueron las únicas caricias arbitrales, claro. Idéntico camino había recorrido Barracas Central en su marcha hacia la categoría superior. La familia Tapia también maneja a Barracas como si de una SAD se tratara. No deja de ser un despacho más en el ecosistema de poder del presidente de la AFA.

Detrás de la relación Claudio Tapia-Stinfale estuvieron Julio Grondona y Daniel Angelici, quienes sirvieron de nexo para que la publicidad de la bebida energizante que Stinfale embotella y comercializa apareciera en la camiseta del “guapo”. A partir de allí “Chiqui” y el mandamás de Riestra, recordado abogado del traficante de armas Monzer Al Kassar, marchan juntos en el negocio.

Claro que hay más SAD disimuladas actuando en el fútbol argentino. Andrés Fassi (Talleres) y la dupla Lemme-Bragarnik (Defensa y Justicia) son más dueños que dirigentes. Los modelos se reiteran en el ascenso.

Mientras, el Gobierno está jugando fuerte este partido, esperando que la AFA recule en chancletas. La visita de Sergio Agüero a la Casa Rosada no fue de cortesía; es una de las espadas mediáticas que propugnan el modelo de SAD, en su caso con un indisimulado interés por sumar a Independiente al combo. Allí manda el Pro, al punto que Darío Grindetti se da tiempo para presidir el club y a la vez desempeñar la Jefatura de Gabinete de CABA.

Si un grande como el “rojo” muerde el anzuelo -por más que Grindetti y los suyos lo nieguen- el efecto dominó puede ser imparable. Diego Milito, candidato opositor a la presidencia de Racing, afirma que no llega con un proyecto de SAD bajo el brazo, pero mucho no le creen. Y en San Lorenzo, el descalabro económico abre la puerta para que ninguna oferta se deseche.

En este panorama, el que salió a blanquear la situación fue Juan Sebastián Verón. El jueves firmó un preacuerdo con el magnate Foster Gillett, quien invertirá una fortuna en Estudiantes de La Plata: se habla de un piso de 140 millones de dólares y un techo de 400 millones. El representante de Gillett es Guillermo Tofoni, empresario que -al igual que “Kun” Agüero y Carlos Tevez- es lobbista a favor de las SAD. Tofoni supo pertenecer al círculo rojo de Grondona, al punto de que manejaba la agenda de la Selección.

Gillett anduvo por la Argentina hace un tiempo y varios medios lo entrevistaron como si de un gurú de las SAD se tratara. (Casi) ninguno le preguntó acerca de su paso por Liverpool, de donde debió marcharse en medio de un escándalo porque dejó a la institución endeudada y al equipo en zona de descenso. A su promesa de construir un “nuevo Anfield Road” se la llevó el viento.

Lo que nadie sabe es qué pide Gillett a cambio de la millonada que destinaría al “pincharrata”. Porque un mecenas no es. Se supone que el dinero servirá para comprar jugadores de alto nivel y para modernizar las instalaciones del club. Todo con miras a cumplir el sueño de Verón: que Estudiantes se convierta en el tercer grande, peleándole a Boca y a River la supremacía.

El preacuerdo con Gillett deberá ser aprobado por la asamblea de socios, seguramente el mes próximo. Allí deberán explicar en detalle de qué se trata todo esto y responder la pregunta: ¿cambiará Estudiantes su estatus, de asociación civil sin fines de lucro a empresa? Verón jura que no.

El ambiente está convulsionado y las sospechas indican que todas estas movidas tienen una intencionalidad. Que, por ejemplo, lo de Spreen no fue una simple movida marketinera, sino el globo de ensayo para palpar hasta dónde se puede estirar hoy la cuerda.

Como no podía ser de otro modo saltó la cuestión de las apuestas y de gente que ganó mucho dinero “acertando” que Riestra haría un cambio antes de los 15 minutos. El tema ludopatía se debate por estas horas en el Congreso y las potenciales regulaciones pueden afectar el negocio. En plena sesión, la diputada Silvana Giúdici fue acusada por su par Maximiliano Ferraro de hacer lobby en favor de Angelici, cuyo imperio económico está edificado sobre las bases del juego. Boca y River llevan anuncios de casas de apuestas en la camiseta, lo que podría prohibirse por ley.

Y, finalmente, está el tema de las carpetas digitales que circulan entre potenciales inversores. Una de ellas llamó la atención; la de San Martín. El complejo, con salida a la avenida Perón, es un bocado apetitoso. “Ahí se podrían hacer centros comerciales y un country -analizó un lobbista para LA GACETA-. Y mudar el complejo a otra zona. Porque las leyes están hechas para cumplirlas.., Pero también para cambiarlas”.